Buenos días estimados señores CoRegistros,
Me dirijo a ustedes para ofrecerles mi candidatura como el narrador de una historia según lo que ustedes quieran.
Me gustaría saber más detalles sobre el proyecto, o sea: ¿A qué área o estilo debe pertenecer la historia? ¿Cuanto es el volumen de trabajo diario aproximado? Y, por supuesto, cualquier otro detalle que ustedes consideran importante para el proyecto.
Para que ustedes puedan estimar mis habilidades narrativas más abajo se halla un par de capítulos de una "novela de suspenso" que escribí hace un tiempo como una parte de mis estudios de la lengua castellana.
Cordialmente,
Arslán Kashaev
Capitulo 1
Era una casa igual que cualquier otra. Tenía una sala, una cocina, un cuarto de servicio, una habitación para visitas y, en el segundo piso, estaban tres dormitorios, cada uno con su baño y una terraza que bordeaba todos los dormitorios y estaba cubierta con una enredadera de flores de color malva. Además tenía un patio, un jardín con rosas pálidas y algo desordenadas y dos parqueos techados para carros. Se veía muy bien para vivir en una manera cómoda y algo aislada, porque los vecinos más cercanos se encontraban bastante lejos. También, que era muy importante, tenía acceso a Internet por banda ancha, un inversor para los casos si se cortaba la luz y su propio poso de agua con la bomba y el tinaco. El precio era bastante accesible, pero después de regatear un poco con el agente lo bajamos aún más. Así que nos pareció muy buena la oferta y después de hacer todos los tramites con el contrato, garantías y depósitos nos mudamos de una vez.
Fue lo que buscábamos en realidad: una casa tranquila, cómoda y por un precio accesible. Y no estaba tan lejos ni de la ciudad ni de la playa. No éramos ni muy jóvenes ni viejos todavía, pero sí, yo estaba bastante cansado por esta lucha diaria en la oficina y quería pasar un tiempo viviendo para mi familia sin que nadie ni nada interrumpiera nuestra tranquilidad. Ya lo merecía, después de tantos años de un trabajo duro y de tanto sacrificio de la vida personal.
¡Ah, perdón, permítame presentarnos! Somos una familia de cuatro personas, de un gato y un perro. Me llamo Paúl Evaristo Martes Peña, tengo 40 años de edad y soy contador público. Mi esposa, Elisa, tiene treinta y tres años y es licenciada en ciencias sociales. Mi primogénito, Frank, acaba de cumplir seis años y la niña, Josefina María, todavía es una bebé de dos años de edad. Yo y mi esposa somos algo diferentes y a mi me gusta echar tranquilo, aun mejor al estar tendido en una cómoda hamaca leyendo una novela o escuchando música y a mi esposa le gusta salir, compartir con amigas y familiares e ir a discotecas. Como no le acompaño casi, supongo que de vez en cuando ella me pone cachos, como se dice, pero como nunca se ha hecho un escándalo o una revelación, prefiero no pensar mucho en eso y lo más que me importa es la felicidad de nuestros hijos y la estabilidad de nuestra familia.
¡El primer día fue un desastre! Tantos problemas con la mudanza… con esos cargadores tontos y, como me pareció, incluso algo mal intencionados, porque siempre se equivocaban con las partes de muebles y lo hacían con tanta frecuencia como si fuera a propósito. Y el camión no llegó a tiempo y después Josefina María quiso dormir y se volvió muy llorona… y el gato se huyó del carro justo cuando llegáramos a la casa y pasamos casi una hora buscándolo… Pero gracias a Dios todo se resolvió poco a poco y hacia las diez de la noche nos establecimos en nuestro nuevo hogar. Los niños se fueron a dormir casi enseguida, pero mi esposa y yo decidimos pasar un tiempo mirando el televisor y además tomar un poco de vino para celebrar la mudanza. Elisa se fijó en una telenovela y yo me fui para la cocina por el vino y tapas. Al regresar a la sala capté una mirada tensa y preguntona…
- ¿Me has llamado?
- No cariño.
- Es raro, he escuchado como si me estuvieras llamando.
- Ha sido el viento, creo, además te cansaste con todos estos trámites de la mudanza, pues… Pero no te he llamado.
Elisa sacudió la cabeza, me sonrió y tomó un poco de vino.
- Está demasiado tranquilo aquí, no se escucha nada…
- Es lo que buscábamos ¿no?
- Sí, pero tanta tranquilidad me pone algo raro. Voy a ver a los niños.
- No tardes mucho. Por fin quiero disfrutar un tiempo a solas contigo, cariño. Elisa regresó dentro de cinco minutos.
- Duermen con angelitos.
Le sonreí. Me abrazó y me dio un beso largo y dulce. Nos caímos en el sofá siguiendo besándonos. No recordaba cuando fue la última vez que Elisa me besara con tanta pasión.
- Vamos al dormitorio.
- Si cariño.
- Tu primero.
- Como quieras mi amor.
- Dúchate rápido y espérame en la cama.
- Ya voy.
- ¡Te quiero!
- ¡También te quiero!
Me duché de una vez pero al llegar al dormitorio hallé que Elisa ya estaba en la cama y ya estaba dormida… Intenté abrazarla pero ella se negó a mis caricias y susurró casi imperceptiblemente que estaba muy cansada y que la dejara en paz. Me quedé muy confundido por este cambio de actitud pero ¿qué iba a hacer? las mujeres a veces son tan imprevisibles... Me moví al costado derecho quedándome con la espalda hacia Elisa y dentro de un rato ya estuve dormido.
Capítulo 2
- ¡Paúl, Paúl, tienes que verlo! Es tan tierno… ¡Ven!”
Me desperté de la voz de Elisa que estaba llamándome desde el pasillo
- ¿Qué ocurre cariño?
- ¡Ven acá!
Me hizo un gesto de invitación y se ocultó en el dormitorio de los niños. Yo tenía la cabeza algo pesada y llena de los fragmentos mezclados de algunos pensamientos que volaban por mi mente pero sin formar una idea concreta. Me levanté. Los niños dormían los dos en la misma cama con las caras mansas y apacibles y eso me llenó de mucha ternura… Pero junto a ellos, en la misma cama dormían, no menos dulce y apacible, el perro y el gato. Roky, nuestro perro, era de la raza de pastor alemán, muy grande y velludo y se veía incluso algo espantoso pero en realidad era un trozo de pan y, sobre todo con los niños a quienes quería mucho. Pero de todas formas era un perro y no debería dormir en la cama de los niños. Además yo estaba muy en contra de que los niños compartieran la misma habitación y menos la misma cama y sólo el desorden del día de ayer me hizo aceptar que durmieran juntos aquella noche.
- Voy a construir una casita en el patio para el perro... y el gato igual tiene nada que hacer en las habitaciones de los niños.
Bajé a la cocina para prepararme un café y al hacerlo salí de casa con la taza en la mano. Hacía un poco de viento lo que levantó la arena y me hizo regresar. Al desayunar decidimos hacer una vuelta por los alrededores para hacer el conocimiento con los vecinos y para comprar algo de comida.
La vecina más cercana era una mujer de cincuenta y algo años, una extranjera que vivía aquí más de veinte años junto a su hijo de treinta. Se llamaba Diana y su hijo se llamaba Ariel, si no me equivoco. Era una belga, o holandesa, o algo así.
- Buenos días señora Diana! Somos sus nuevos vecinos. Me llamo Paul y ella es mi esposa Elisa. ¡Frank, dile “hola” a la señora! Y esa niña que está chupando su dedo es Josefina María.
- Ou! Buenos días! ¡Mucho gusto! ¿En qué casa viven?...
Ella hablaba muy bien el español y casi no cometía errores pero su manera de hablar me pareció un poco extraña: pronunciaba las palabras muy rápido, pero hablaba con las frases cortas y algo bruscas poniendo entre ellos un buen hueco y respirando ruidosamente antes de empezar cada frase y, además, alargando algunos vocales. Inesperadamente me llegó a la cabeza que si los caballos pudieran hablar, hablarían así, como ella, relinchando. Le sonreí. Ella también nos sonrió, después bajó su mirada y nos invitó a sentarnos ante la entrada de su casa donde estaban unos cuantos sillones, una mesa y una cheslón. Para su edad tenía un aspecto perfecto. Era alta, enjuta y tenía los ojos muy vivos. Todavía llevaba el pelo muy largo y su color natural trigueño claro escondía perfectamente las canas incluso si las tenía.
- ¿En qué casa dicen que viven? Ah, en la de Lucía… Sí, sí… es una buena casa… muy cómoda. Desde que Ángel se fue para Estados Unidos… estaba vacía mucho tiempo… Pobre Lucía…
- ¿Quién es la “pobre Lucia” y qué le pasó?
- ¿No se lo contaron?
Nos lanzó una mirada aguda pero al mismo tiempo algo confundida.
- Era la hija de Ángel. Sufría de una enfermedad femenina… y por eso no podía tener hijos… pero lo ansiaba… y se embarazó no sé cómo… porque naturalmente no había manera… pero ya saben.. que con estas tecnologías nuevas…que ahora todo es posible. Se murió en el sexto mes… del embarazo… y al bebé tampoco lo pudieron salvar. Vivía sola en esa casa… Era muy buena persona… Después de su muerte Ángel se fue para Estados Unidos.
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