El texto que reproduzco a continuación es, tal vez, el más bello fruto de mis frecuentes incursiones en los fondos de la Biblioteca de Catalunya ¾y donde digo incursiones debería decir "escaramuzas", que añade un matiz nocturno y alevoso, con algo de aventura morisca; y es justo y oportuno que así sea. El hallazgo me extrañó y emocionó tanto que pronto ardí en deseos de vociferarlo ("placer no comunicado no es placer", se lee ya en La Celestina) y, si ustedes se dejan, aquí brindo mis gritos. O, mucho mejor dispuestos, los gritos que profiere esta misteriosa joya medieval, exquisitez poética que sorprende por su rareza, es decir, por ser al mismo tiempo desconcertante e infrecuente. No les cansaré más con mis preámbulos, y le cedo la voz a esta mujer que habla desde su fortaleza de pergamino: